
El impuesto al azúcar solo ha reducido el consumo de las rentas más bajas
Los hogares más pobres compran hasta 100 latas de refresco menos al año tras la subida del IVA del 10% al 21%, pero el resto no varía sus hábitos. Las empresas trasladaron el alza al consumidor más débil
El incremento del IVA de los refrescos solo ha reducido el consumo de las rentas más bajas. El primer estudio desarrollado en España sobre el impacto de la medida concluye que los hogares más pobres disminuyeron sus compras un 13% desde la entrada en vigor de la subida impositiva el año pasado. Para las clases medias y altas, en cambio, el impuesto no ha tenido un impacto «estadísticamente significativo», según explican Ángel Martínez Jorge, Javier Martínez Santos y Jorge Galindo, los autores de la investigación.
Como cualquier gravamen sobre el consumo, el IVA de los refrescos es un tributo regresivo, es decir, no pagan más los que más tienen. Por eso, resultaba previsible que elevarlo desde el tipo de reducido del 10% hasta el tipo convencional del 21% tuviese un mayor impacto entre las clases menos favorecidas. Ahora, los economistas de EsadeEcPol ponen cifras a este fenómeno. Entre el 33% de los hogares más pobres, que consumen un poco más que el resto, las compras se han reducido en 100,8 litros al año, lo que equivale a más de 80 latas, frente al efecto nulo en los demás niveles de renta. ¿A qué se debe esta diferencia?
Martínez Jorge explica que el fenómeno ya se produjo en otros países y constituye, básicamente, una cuestión de precio. Aunque las empresas acabaron trasladando un 96% de la subida del IVA al montante final «de forma rápida» —según explica el investigador—, el sobrecoste, que asciende al 9,6%, solo supone 12 céntimos por litro, pues este tipo de productos suele ser muy barato. Y, precisamente por esto, las clases medias altas y acomodadas apenas notan el encarecimiento, o lo hacen y no reaccionan en consecuencia, por considerarlo irrelevante para su economía. Es lo que en términos técnicos se conoce como una baja elasticidad. En cambio, las rentas más bajas sí cambian sus hábitos «porque se ven forzadas a ello», destaca Martínez Jorge. Para estas familias, una cuantía tan reducida puede resultar importante.
El efecto es especialmente considerable entre quienes más consumen. Así, los hogares de rentas bajas con hijos de entre cinco y 16 años dejaron de comprar 89 latas al año, por lo que la reducción llegó a un 20%. En cambio, entre los que no tienen vástagos la caída se limita a un 7%. Además, se da otro fenómeno curioso, que respalda la tesis del artículo: entre el 33% con menos ingresos, el gasto en snacks se hundió un 10,5%, prácticamente lo mismo que el de refrescos. Ambos artículos se consumen a menudo de forma conjunta. «Únicamente por un efecto contagio, los hogares más pobres han reconfigurado sus cestas de consumo, incluso en bienes que quedaban fuera del ámbito del impuesto», destaca el informe. La adquisición de chocolate también cae, aunque de manera menos acusada, mientras que la correlación «es mucho más tenue, o incluso nula, en productos saludables, como un amplio abanico de frutas», añaden los autores.