
Tres años siguiendo los pasos de un jabalí de 130 kilos.
Te contamos la larga cacería vivida por Sandro, un cazador que fijó en sus anhelos cinegéticos en un gran jabalí que le llevó incontables noches de espera al monte para intentar ganarle una larga partida.
Su perseverancia y la observación de sus costumbres año tras año propiciaron que este cazador portugués cumpliera su sueño: abatir el gran jabalí, al que llamado por el joven cazador con el apodo del «el rey de la noche».
Tres largos años de infructuosas esperas
Han sido tres largos años de largas esperas en las noches de verano o invierno, amoldando los horarios a las cambiantes tendencias a moverse de este resabiado cochino. Pero, como narra el afortunado cazador Sandro Luís, vecino de la región portuguesa del Algarve, «siguiendo sus pasos noche tras noche pasando calor y frío para lograr observar las costumbres de este astuto animal, logré abatirlo de la manera más inesperada».
El celo le llevó a dar la cara
El cazador recuerda con emoción la noche de abril del pasado año cuando logro abatir al este astuto suido. Fue después de innumerables esperas fallidas. En prácticamente todas el macareno lograba detectar su presencia o simplemente no se presentaba en la zona elegida para el apostadero.
Pero el escrutinio del monte y de las escasas señales que el jabalí dejaba a su paso permitió al cazador detectar que en las cercanías de una parcela en la que se solían reunir cinco o seis hembras un gran animal había dejado sus huellas. Numerosas pisadas en la tierra delataron su nueva querencia. El cochino, encelado, acudía cada noche en busca de las hembras.
Allí sería la próxima espera.
Cinco largas noches de espera
Pero ni aun así el cochino daba la cara. Pasaron cinco noches de espera sin que se presentase en el lugar. En cambio, la siguiente fue la definitiva. Así nos lo cuenta el cazador:
–«Escuché sus pasos en el silencio de la noche dirigiéndose hacia donde yo me encontraba. El corazón me latía con una rapidez inusitada, pero tenía que templar los nervios, era mi gran oportunidad.
Pasados varios minutos de tensa espera, logré identificar su silueta entre las sombras. Era la segunda vez que lograba verlo en tres años. Respiré hondo, apunté al codillo y efectué un disparo con mi rifle de la marca Browning MK3 del calibre .30-06. Lo fijé en mi mira ATN Sight Light 5×20 y el estruendo rompió el silencio de la noche».
Un certero disparo
Después de la detonación y no oír los pasos del gran jabalí en su huida, el cazador pensó que esta vez sí había logrado ganarle la larga partida de caza. Su anhelado sueño podía haberse cumplido.
«Esperamos unos minutos para dirigirnos, mi hermano y yo, al lugar donde efectué el disparo para rastrear al animal con un podenco andaluz que teníamos en el interior del vehículo.
Con las mayores de las precauciones, llegamos donde vi por última vez al jabalí y allí comenzaba un rastro de sangre que delataba que la bala había impactado sobre su cuerpo. A unos escasos 15 metros se encontraba el macareno, sin vida.
En el instante que logramos verlo a mi hermano y a mí nos invadió la emoción, fundiéndonos en un efusivo abrazo. Después de tres años, habíamos logrado abatirlo», nos cuenta emocionado el cazador.